Decir una barbaridad y pretender suavizarla con una explicación, es lo mismo que clavar una estocada e intentar curarla a base de tiritas… En ambos casos es inútil: la muerte ya existe.
Le ocurrió -y esto lo sé gracias a una histérica llamada telefónica- a mi amiga Helga, cuando pretendió celebrar el polémico día de los enamorados, aquel maldito 14 de febrero de hace no pocos años. De acuerdo que llevaban casados veinte anualidades… Conforme con la infame cursilería de la fecha… Admisión, incluso, a lo extemporáneo del festejo… Aun así, con todo y con eso, a la inminente mujer menguante se le ocurrió dicha propuesta celebratoria en pleno almuerzo familiar, arguyendo un dato comparativo que hizo que el tiro conyugal le saliera por la culata, y fuera a dar en el centro de su corazón:
-Me resulta muy triste que algunas parejas que llevan tiempo juntas, y aparentemente felices, digan que ya no están enamoradas. Que digan que hay cariño… ¡Qué suerte que eso a nosotros no nos pasa! ¿Verdad, nene? –o algo así soltó Helga al tiempo que aproximaba el cesto del pan.
-Es lo normal –dijo “el nene de Los Palacios” descubriendo el estoque y sorbiendo, previsor, un trago de vino.
-¿Cómo normal? ¡¿Tú no estás enamorado?! –exclamó y preguntó una enloquecida Helga con la culata abierta de par en par.
-¡¡Pues no…!!
El silencio, la perplejidad y el sentenciado corte de digestión transitaban por la absurda ingenuidad de mi amiga exvalentina, mientras “el nene de Los Palacios” se deshacía en impedidas explicaciones que desnudaban acusaciones más que manifiestas. Daba igual cuanto hablara y así -me informan- seguiría dando siempre: algo ya había perecido en aquella mesa llena de platos a medio comer y a punto de lanzar. Hora de la muerte: un plátano y un kiwi en punto. Ella tragó saliva, él se quiso tragar la nuez, y los ojipláticos hijos tragaron -como de costumbre- con la sobrestimada sinceridad de sus padres.
Me preguntaba, acongojada, mi Helga qué debería haber hecho ante aquella suerte de situación, así que le dije lo que toda buena amiga diría: pasa y actúa como si nada. Compadécete del plátano muerto, salva el kiwi, y duérmete una siesta, que mañana será otro día, dos décadas no son nada, y aún queda mucha hipoteca -en la arena- que brindar…
Una de mis últimas actividades como escritora de la primera etapa (ahora estoy en la segunda, que es la más mejor), fue participar en un certamen de relatos cortos para la Feria del Libro de Sevilla. Para sorpresa de propios y extraños, mi historieta fue seleccionada, y por ello tuve que leerla en la carpa central, con lo que a mí me gusta hablar en público… Hay vídeo probatorio y vergonzante del que extraigo un fotograma (que digo yo que ya me podía haber descolgado el bolso antes de salir al atril).
Te dejo el microrrelato, y mi palabrita de Margarita de que no es autobiográfico:
CORNUDA Y ADIAMANTADA
«Siempre pensé que viajar con mi marido me divertiría y sacaría de la rutina, hasta que hace una semana, limpiando el polvo, volteé el viejo globo terráqueo que reposaba olvidado en la estantería: un anillo de diamantes, cuyo grabado me descartaba, se alojaba en su base, aguardando para convertirme en el padre de Bambi.
Siete días llevo con él puesto y mi marido, más amable que nunca, no dice ni pío. Esto es mejor que cualquier viaje…»